Tercer movimiento (el sobreviviente)
de Raúl Zurita
Han acercado sus cuerpos al fondo de las barcas, han apoyado las costillas a los maderos. Son remeros, serán sobrevivientes. En una esquina izquierda y superior del cuadro se ve una escritura, tal vez un poema. Está escrito en el cielo, en un cielo de piel o de pergamino. Es el cielo de todos modos. A lo lejos se ve un monte nevado aunque imposible que los prisioneros lo vean, están pegados a sus barcas de bambú, reventando sus tendones y sus dientes, apretando la vida en un puño, reteniéndola. La nieve es color hueso porque es de hueso. Humana es la nieve y humano el mar, humano todo por donde pasó un sobreviviente. Humano el cielo escrito. Humano tú, querido amigo. En el mar se disolvieron horas de lucha y encierro. Horas verdes y azules, crueldades cometidas a la luz de la luna. Testigo el monte: de los brazos rotos, de la fatiga. Muda la noche y la luna. Mudo tu país: todo moneda, alma de piedra. La pintura tiene un sello color lumbre, un pico de pájaro. ¿Viviré? me preguntó si es eso lo que pensaste. ¿Cómo es que te soltaron las olas mercenarias y volviste con la cara en llamas hasta la hora en que yo vivo? Esos poemas que vuelven cuando la marea baja sobreviven con su sangre de vaca. Destazada en el cielo, ella chorrea sus palabras. Abajo ahora mismo tú disuelves las monedas en tus manos, se queman en ellas los billetes que tiene escrita la palabra Dios. Son cinco mil los muertos que lo enmarcan. Yo no puedo ni pensar en que habrá un día donde el monte remoto y las olas más altas serán testigos de un mundo en que no existes. Te veo en el cuadro, remando. Veo en la página cómo hiciste relumbrar los pastos y cómo propiciaste la fuga de las vacas. Y de la mano de tu novia te veo azucarando el café. Si pienso en que no vives, no veo más. Aún cuando el poema dice viviré con los puños por delante, con la cara levantada. Es un gesto de osadía que le diste con tu sangre y con tu azúcar, con el hueso de tu pecho, con el temblor de tu ala izquierda. Habrá un punto imaginario, un poema o mujer o estrella color lumbre imposible de leerse. Ocurrirá en una película japonesa ya que tales son tus sueños. Ahora mismo el relámpago la ha desnudado por entero y soy yo quien se cubre la cara, quien no quiere leer semejante cosa.